
No hay duda, el trabajo de David Lynch -director de cine, guionista, artista, actor y productor de música electrónica- es una brújula que marca el norte para muchos amantes del arte, la filosofía y la creatividad.
A lo largo de su carrera - de alguna u otra forma- pudo empaparse de la luz y la oscuridad humana para dar vida a relatos que reflejan totalidad. Logró ver más allá del conflicto y comprenderlo a través de la meditación y el florecimiento de la conciencia.
Su viaje personal con la meditación comenzó en 1973 y transformó no sólo su vida sino también su aproximación al arte y la creatividad, ofreciéndonos valiosas lecciones sobre la intersección entre la práctica contemplativa y la expresión artística.
“La ira, la depresión y la tristeza son hermosas cosas en una historia, pero son como veneno para el cineasta o el artista”, escribió Lynch en «Catching the Big Fish», revelando cómo la meditación se convirtió en una herramienta para mantener la claridad. “Son como peces nadando en el océano de la conciencia. Cuando meditas, te sumerges en las profundidades donde encuentras los peces más grandes: la creatividad, la paz interior y la felicidad infinita”. Y es que “el agua del océano en la superficie puede estar agitada, con olas enormes”, reflexiona David, “pero en lo profundo, el océano siempre está en calma y silencioso. Es lo mismo con la mente”.
Esta metáfora del océano ilustra cómo la meditación puede convertirse en un puente hacia niveles más profundos del ser, hecho que nos permite ser más humanos y amorosos con nosotros mismos y con los demás, sin por ello evadir las bajas pasiones que forman parte del paisaje interior de cada cual.
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